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  • Foto del escritorPinturamuralCapuchinos

LA ICONOLOGÍA: LA CIENCIA DE LAS IMÁGENES

Actualizado: 22 feb 2019

La iconología como nos explica Cesare Ripa en su libro, tiene como objeto enseñar a pintar las imágenes y su valor simbólico. Seguramente el autor estudió las obras de Cesare Ripa, o el tratado de Antonio Palomino, "El Museo Pictórico y Escala Óptica", donde describe el fresco realizado en el convento San Esteban, situado a pocos metros de la iglesia de los Capuchinos



El tema es la edificación de la capilla de la Orden Tercera de San Francisco, de mano de San Luis de Francia y su dedicación a San Francisco. Para representarlo, desarrolla una perspectiva ilusionista del cielo, dividiendo de esta forma la escena en dos, el cielo y la tierra.


En la parte inferior derecha, un caballero arrodillado, muestra al cielo los planos con planta y alzado de la iglesia. Tras él vemos varios personajes, que trabajan junto a los sillares y columnas que van a formar parte del nuevo edificio. Se trata de San Luis rey de Francia, fundador de la orden tercera de San Francisco. A sus pies, tiene la corona y en el cuello lleva el collar de la orden del Espíritu Santo, una insignia que ostentan los reyes franceses desde Enrique III hasta la revolución francesa. No lo llevó San Luis, muerto dos siglos antes, ni es un atributo iconográfico propio, pero el intercambio del Toisón de Oro y la divisa de la Orden del Espíritu Santo, entre Luis XV y Carlos III en 1760 debió ser muy inspirador.


La Orden del Espíritu Santo es una orden creada por Enrique III para luchar contra las facciones enemigas, procurar la tranquilidad a la patria y ensalzar la Religión Católica, siendo el rey el gran maestre de la orden. La divisa consistía en un collar compuesto de flores de lis de las que salían llamas y borbollones. Del collar iba pendiente una cruz de oro esmaltada con ocho radios y en los ángulos flores de lis, llevando en el centro una paloma de plata.


San Luis dedica la obra a San Francisco, arrodillado sobre una nube en el centro del paño. Detrás suyo encontramos un hombre lisiado y una mujer, una pequeña representación de sus milagros y del bien que hizo. Rodeando a los personajes vemos las virtudes teologales y cardinales como señalando que sin esa compañía, San Francisco no habría hecho lo que hizo. Representa las virtudes alegóricamente en forma de mujer. La primera es la Caridad, que según San Pablo es la más importante y que guía al resto. Así describe Antonio Palomino a La Caridad en su tratado: “Una mujer vestida de rojo, que en la mano derecha tiene un corazón ardiendo y con la siniestra abraza un chicuelo, y en la cabeza tiene una flamma. La caridad es un hábito de la voluntad infuso en Dios, que nos inclina a amarle, como a nuestro último fin, por si mismos y al prójimo por Dios, como a nosotros mismos. Y así el corazón ardiendo y la flamma sobre la cabeza, demuestran el amor a Dios, según lo que dijo Cristo Señor nuestro: Quod uni ex minimis meis fecistis, mihi fecistis (lo que hagáis a alguno de estos pequeños a mí me lo hacéis). El color rojo del vestido, por la semejanza con el color de la sangre, denota, que hasta la efusión de la sangre y sacrificio de la vida, se ha de extender la verdadera caridad, según dijo el Apóstol: maiorem charitatem nemo habet quam ut animam suam ponat quis pro amicis suis (nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos)”. Tras la caridad encontramos la Fe, a la que solo se le ve la cabeza con los ojos vendados y una cruz. Dice Palomino: “los lleva tapados porque la fe solo ha de creer, no ver, ni examinar, que no sería fe si no evidencia”. Tras la Fe sigue la Esperanza, “una hermosa doncella, vestida de verde, coronada de flores de almendro, la mano derecha sobre el corazón, los ojos levantados al cielo y en la mano siniestra un áncora. El vestido verde, denota el verdor de las hierbas que dan esperanza a las mieses; así como la flor del almendro anuncia también los frutos con más anticipación que otra. El ancora se le pone, por ser instrumento de seguridad, para obviar los accidentes, que puede perturbar la esperanza en la dilación del bien que se desea, por eso pone los ojos en el cielo, porque este es el sumo bien a que aspira, con los afectos de su corazón significados con la mano en el pecho.” Tras estas, encontramos las virtudes cardinales, pero no aparecen todas en el mismo plano, si no que representa la Justicia más nítida y la Prudencia, Fortaleza y Templanza difuminadas. La Justicia se representa como una doncella con las fasces consulares. La Prudencia, es una matrona con dos rostros, uno que mira al pasado y otro con la que previene el futuro, normalmente están en la misma cabeza, pero el autor lo pone uno al lado del otro. Suele llevar un espejo en la mano pero en algunas ocasiones, como este caso, se ha sustituido por una calavera, concesión del barroco, en clara alusión a la inevitable meditación de la vida y la muerte. La siguiente mujer por descarte es la Fortaleza, aunque no lleva atributo alguno. La última figura es la Templanza, este motivo iconográfico no sale de Ripa ni de Palomino, sino que es una imagen que se hizo popular. Se representa como una mujer escanciando agua en una copa de vino, con el fin de mitigar lo que es demasiado excitante.


San Francisco aparece de rodillas con los brazos abiertos en la misma posición que San Esteban en el fresco de Palomino, mira a la Virgen María, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, patrona de los franciscanos, vestida de azul y blanco con la luna bajo los pies. A la Virgen le sigue un grupo de santas monjas. En primer plano Santa Clara de Asís, y difuminadas otras tres monjas que señalan a la Virgen, parece que llevan el hábito de franciscanas aunque la última pudiera ser Santa Rosa de Lima.


La Virgen arrodillada mira a la Santísima Trinidad, situada en la parte superior, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo que presiden desde un lugar eminente, sobre un trono de nubes sostenido por variedad de espíritus angélicos en distintos escorzos. Representada en una disposición triangular, el Espíritu Santo sobre el Padre y el Hijo y a la vez entre ellos. Dios Padre con los brazos abiertos, apoya el cetro sobre la esfera celestial, como Señor de todo lo creado, y la otra mano la dirige hacia Dios hijo, sentado a su diestra.


La composición es sencilla en forma de zigzag basada en cuatro personajes principales: San Luis, San Francisco, La Virgen y la Santísima Trinidad. Los personajes están perfectamente contorneados, prevalece en ellos el dibujo sobre el colorido, si las figuras principales mantienen posturas contenidas y armónicas propio del estilo más academicista, los ángeles siguen el patrón barroco aunque no llegan a la soltura de los de Palomino. Este menor número de figuras, es ocupado por nubes o espacio aéreo, de esta forma se evitan los elementos accesorios que complicarían la claridad compositiva, y que con la prevalencia de tonos claros, azules y ocres, da luminosidad a la iglesia.

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